Cierto día, nuestro personaje aracnófilo decidió dar un giro rotundo a su monótona y tediosa vida y, tras pensárselo mucho, compró un traje de Spiderman por Amazon.
Recopiló abundante documentación sobre elastómeros y cómo combinarlos con sustancias adherentes, escuchó todos los vídeos tutoriales publicados en Youtube sobre la motricidad arácnida y estudió noche y día todo lo que pudo, hasta la extenuación, de manera que “se le fue la pinza” poco a poco. De pronto, veía personajes malvados, héroes antagonistas y monstruos entre la gente común de la calle, desde el duende verde hasta Godzilla, pasando por el increíble Hulk o Silver Surfer.
Después de haber realizado numerosos experimentos caseros con su nueva equipación, llegó a dilapidar los exiguos ahorros de toda una vida, que había conseguido con mucho esfuerzo, madrugando para trabajar a duras penas; a veces como animador en fiestas infantiles y, otras, vendiendo enciclopedias a domicilio o cuidando mascotas ajenas.
Cuando se sintió más seguro de su nueva empresa y creyó que había llegado el momento de pasar del mundo de las ideas a realidad, se animó a salir a la calle para entrar en acción. Recorrió la urbe de norte a sur y de este a oeste, probando resultados e intentando cambiar el mundo, con la firme pretensión de ayudar al prójimo y colaborar con la justicia. Pero no tardará mucho tiempo en darse cuenta de que la gente va a lo suyo y que hay demasiados desagradecidos por esas tierras neoyorquinas. De accidente en accidente y de palo en palo, llegó a plantearse si realmente merecía la pena la vocación de servicio público, el altruismo y la filantropía.
Cada vez que se veía de bruces en el suelo, semiinconsciente y dolorido, oía voces que le preguntaban “¿para qué te metes en nada, hombre?”…Al final, tanto esfuerzo para acabar baldado, desengañado, frustrado…, semireventado y con una serie dolencias físicas y psicológicas que lo incapacitaron totalmente para la actividad física y, por si fuera poco, sin tiempo alguno de cotización en la Seguridad Social, ya que ni siquiera le llegaba para darse de alta en autónomos y pagar sus cuotas mensuales. Y, en su sindicato, no le hacían puñetero caso.
Eso es lo que tiene haber leído tantos comics Marvel durante la infancia, la adolescencia y gran parte de la madurez. Si, además, le unimos horas y horas de videojuegos y películas de la saga, tertulias y partidas de rol en la tienda de cómics del barrio, el cóctel perfecto está servido… Ahora se encuentra olvidado y resentido, en el contexto de una sociedad aparentemente absurda, desnortada y poco solidaria.
Moraleja: tengamos precaución con tantos cambios legislativos repentinos en nuestro sistema educativo. Dejemos actuar a los expertos y fomentemos la formación profesional, el voluntariado social y una lectura adecuada y responsable de la literatura clásica como, por ejemplo, la novela caballeresca (Amadís de Gaula) o, en su caso, la filosofía estoica (Manual de vida de Epicteto).